En la mente moderna, las palabras «juego» y «religión» parecen habitar en universos opuestos. Asociamos el juego con el vicio, la codicia y el riesgo mundano, mientras que la fe se relaciona con la certeza, la piedad y lo divino. Sin embargo, un análisis profundo y sin prejuicios de los textos bíblicos revela una verdad sorprendente: una forma de juego, conocida como «echar suertes», no solo estaba permitida, sino que era una práctica sagrada y respetada, utilizada para discernir la mismísima voluntad de Dios. Este artículo se adentra en esa paradoja, explorando cómo un acto de azar podía ser considerado un canal de comunicación divina. Lejos de ser una simple curiosidad histórica, el uso de las suertes nos obliga a reconsiderar nuestras definiciones de fe y azar, y a entender que la línea entre un acto sagrado y uno profano a menudo no reside en la acción misma, sino en la intención que la impulsa.
El Azar como Oráculo Divino, no como Vicio
Para los antiguos israelitas, Dios era soberano sobre toda la creación, incluyendo lo que nosotros llamaríamos «casualidad». Proverbios 16:33 lo resume de manera magistral: «La suerte se echa en el regazo, mas de Jehová es la decisión de ella». Esta creencia fundamental transformaba el acto de echar suertes de un simple juego de azar en un oráculo divino. Se consideraba el método más puro para tomar una decisión imparcial, ya que eliminaba el juicio, el favoritismo y la corrupción humana de la ecuación. Al dejar el resultado en manos del azar, estaban, en efecto, entregando la decisión final a Dios.
Esta práctica no era un evento marginal; estaba integrada en momentos cruciales de la historia de Israel. Desde la distribución de la Tierra Prometida hasta la identificación de un pecador oculto, las suertes eran una herramienta teológica y administrativa de primer orden. Su aplicación era variada y fundamental para el orden de la nación.
Algunos de sus usos más importantes en el Antiguo Testamento incluyen:
- Reparto de la Tierra Prometida: En el libro de Números, Dios instruye a Moisés para que reparta la tierra entre las tribus «por suerte», asegurando una distribución divina y equitativa.
- Identificación del Culpable: Cuando Acán pecó al tomar botín prohibido, Josué echó suertes para identificarlo de manera infalible entre todo el pueblo de Israel.
- Elección de Líderes: El primer rey de Israel, Saúl, fue elegido entre las tribus mediante un proceso de suertes que lo señaló como el designado por Dios.
- Rituales del Templo: Durante el Yom Kipur (Día de la Expiación), el Sumo Sacerdote echaba suertes sobre dos machos cabríos para decidir cuál sería sacrificado a Jehová y cuál sería el «macho cabrío expiatorio» (Azazel) enviado al desierto.
Del Antiguo Pacto al Nuevo Apóstol

La transición al Nuevo Testamento no eliminó esta práctica. De hecho, uno de los momentos más significativos tras la ascensión de Jesús involucró echar suertes. Después de la traición y muerte de Judas Iscariote, los once apóstoles restantes necesitaban elegir a un sucesor para restaurar el número doce. Presentaron a dos candidatos, José llamado Barsabás y Matías. En lugar de debatir o votar, oraron pidiendo la guía divina y luego echaron suertes. La suerte cayó sobre Matías, quien fue contado entre los apóstoles (Hechos 1:23-26). Este acto demuestra que, incluso para los fundadores de la Iglesia, el azar dirigido por la fe era un método legítimo para tomar decisiones espirituales cruciales.
Es fascinante observar cómo la percepción de un «turno» o una «oportunidad» ha mutado con el tiempo. Lo que antes era un solemne ritual para discernir un plan divino, hoy se ha transformado en una estrategia de entretenimiento y marketing. En el mundo digital, la idea de una oportunidad gratuita ha cobrado una nueva dimensión, donde las plataformas modernas intentan capturar la emoción de la posibilidad. Muchas de ellas ofrecen incentivos como giros gratis por registro para atraer a nuevos participantes a experimentar la emoción del azar, un eco comercial de una práctica ancestralmente sagrada. Esta evolución nos muestra cómo un mismo concepto puede ser revestido de significados completamente diferentes según el contexto cultural y la intención.
¿Cuándo se Convirtió el Juego en un Problema?
Si echar suertes era aceptado, ¿por qué el juego de azar tiene hoy una connotación tan negativa en los círculos religiosos? La respuesta está en la motivación. La Biblia no condena el azar en sí, sino la codicia, la avaricia y el amor al dinero, que son los motores del juego moderno. 1 Timoteo 6:10 advierte que «raíz de todos los males es el amor al dinero». El problema surge cuando el juego deja de ser una búsqueda de la voluntad divina y se convierte en un intento de obtener ganancias rápidas, a menudo a expensas de otros o del propio bienestar.
El contraste es claro: echar suertes buscaba eliminar la voluntad humana para encontrar la de Dios; el juego moderno busca imponer la voluntad humana sobre el azar para obtener un beneficio personal. El ejemplo más oscuro de juego en la Biblia ilustra perfectamente este punto: los soldados romanos echando suertes sobre las vestiduras de Jesús al pie de la cruz. Este no era un acto de fe, sino un gesto de indiferencia, codicia y profanación en medio del evento más sagrado de la cristiandad. Fue el juego despojado de toda santidad, reducido a un acto egoísta. Por lo tanto, la condena bíblica no es hacia la mecánica del azar, sino hacia el corazón corrupto que lo utiliza para fines egoístas.